Hoy celebramos a los tres Santos Arcángeles: San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Según la tradición occidental, se trata de seres creados por Dios con el objetivo de hacerlos sus siervos y mensajeros. El arcángel Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; el arcángel Gabriel, anunció a la Virgen María el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; mientras que el arcángel Rafael acompañó al joven Tobías. Pasemos a revisar su historia:

Tobías y el Arcángel Rafael. Autor desconocido. Conjunto escultórico. Talla en madera policromada, chinesco, ojos de vidrio y pedrería. Escuela Quiteña. siglo XVIII. Colección Museo del Carmen

Tobías, de la tribu de Naftalí, célebre por su piedad. Habiendo quedado ciego, fue curado por su hijo, según los consejos del arcángel Rafael. El ciego Tobías o Tobit era casado con Ana y su único hijo tenía el nombre del padre. Este Tobías hijo se desposaría con Sara.

Vamos conociendo la historia. Después de haber hecho una obra de misericordia, enterrando el cadáver de un desconocido siendo éste de su mismo linaje aquella misma noche, cuando acabó de darle sepultura, Tobit se durmió en el atrio junto al muro, quedando con el rostro descubierto. No sabía él que había pájaros en el muro.

En un momento en que abrió sus ojos, cayó estiércol caliente que le causó la ceguera.

El piadoso Tobías o Tobit sin quejarse por su mal, aunque triste y lloroso, oró: Justo eres, señor, y justas todas tus obras.

Todos tus caminos son misericordia y verdad: juegas siempre según verdad y justicia.

Muéstrame a mí y para mí en tus ojos. No me castigues por mis pecados ni por mis ignorancias, ni por la que mis padres cometieron contra a ti.

Aquel mismo día aconteció en Ecbatana de Media que Sara, hija de Raquel, fue insultada por las esclavas de su padre, porque, habiendo sido dada en matrimonio a siete maridos, el maligno demonio les había dado muerte antes que con ella hubieran tenido vida conyugal. Estas esclavas le decían a Sara: “¿No estás loca tú, que ahogas a tus maridos? Siete has tenido ya, y de ninguno de ellos has llevado el nombre ya que ellos murieron, vete tú con ellos y que no veamos jamás hijo o hija tuya”.

Oyéndolas Sara, cayó en una profunda y angustiosa pena. No quería seguir viviendo. Pensó en matarse. Pero decía: “Soy la única hija de mi padre, si me suicido, el episodio vendría sobre él, y de dolor conduciría su ancianidad al sepulcro. Sara oraba desde su ventana, cara al cielo: “Bendito eres, Señor Dios mío, y bendito tu nombre, santo y excelso por los siglos. Señor, en ti pongo mis ojos y mi rostro. Tu sabes, Señor, que yo estoy libre de pecado”. Dios escuchó su oración y mando al Arcángel Rafael a curar la ceguera de Tobit y a casar a Sara con Tobías, el hijo de aquél.

Entretanto Tobit, creyendo que se le acercaba la hora de su muerte, llamó a Tobías para encargarle rescatar un dinero que tenía en poder de Gabad en Roques de Media. Tobit aprovechó de entregarle a su hijo Tobías otras instrucciones y consejos morales “Padre, cuanto me has mandado y pedido, -dijo Tobías, – lo cumpliré! ¿Pero cómo voy a recuperar

el dinero de Gabael, si no lo conozco? Dióle su padre el recibo con las señas del deudo. “Busca quien te acompañe, que yo le daré su recompensa, y ponte en camino para cobrar el dinero antes que yo muera”.

Salió Tobías a buscar un acompañante y se encontró con Rafael, que era un ángel. Por cierto, que no lo conocía, pero aceptó de inmediato su compañía. Le dijo Rafael: “Yo iré contigo que conozco bien el camino”.

Iniciaron la marcha. Al atardecer llegaron a orillas del Tigris. Tobías se metió al agua. Salió un pez que quiso devorarlo. Le dijo el ángel “¡Captúralo!” Tobías lo hizo y lo sacó a tierra. “Descuartízalo y separa el corazón y el hígado con su hiel, y ponlos a parte. Si un demonio te amenaza, quemando el corazón de pez, delante de él, no volverá a molestarte. Con la hiel devolverás la vista a los ciegos”.

Cuando llegaron a Ecbata, pernoctaron en casa de Raquel, madre de Sara. Ahí ella y Tobías se conocieron como era de esperarlo, gracias al ángel Rafael, pronto se efectuó la boda. Cuando los recién casados, llegaron a la casa de Tobit y Ana, padres de Tobías, éste, como se lo dijo Rafael ungió los ojos del anciano no vidente con la hiel del pez capturado en el río Tigris, y éste se curó. Tobit, en un transporte de júbilo cantó: “Bendito sea Dios, que vive por los siglos, por todos los siglos permanece su reino. Porque él azota y se compadece, lleva al sepulcro y saca de él; nadie hay que escape de su mano”.

El Museo del Carmen posee una bella imagen de origen Quiteño del siglo XVIII, ambas figuras talladas en madera policromada a la chinesca. Este procedimiento consistía en poner bajo la pintura una fina capa de plata, la cual otorga al color un brillo exótico, semejante a las lacas orientales.