Columna publicada en el diario La Tercera

Por Raúl La Torre

La idea de viajar en el tiempo ha seducido al ser humano desde hace varios siglos atrás. Saber cómo pasó tal suceso o cómo será el futuro, son parte de las preguntas que varios nos hacemos cada cierto tiempo.

Hoy, y desde hace casi un año, el mundo vive un evento novedoso para nuestra generación. Y aunque es conocido para la historia, tiene características muy especiales. Hace casi un año escuchamos hablar de un nuevo virus aparecido en China, y con el paso del tiempo vimos cómo aquel nuevo coronavirus generaba estragos de oriente a occidente.

Cuando Chile vivía un verano caluroso, observábamos atónitos cómo Bélgica, Francia, Italia y España eran azotados por este novedoso e intratable virus. En algún momento llegará, pensábamos y así fue. Con el correr del tiempo nuestro continente fue el más afectado y las imágenes que meses antes veíamos conmocionados de Europa, ahora las vivíamos en nuestra región.

Y así como la llegada del verano en el hemisferio norte generó el progresivo desconfinamiento de las ciudades europeas y la paulatina apertura de espacios de reunión; en nuestro país los días cada vez más cálidos dieron paso a medidas similares.

Como nunca, hoy tenemos ante nosotros un fenómeno tan extraño como la pandemia que nos tocó vivir. Hoy vemos el futuro al otro lado del Atlántico y no podemos no observar con atención lo que, quizá, nos toque vivir en un tiempo más.

¿Qué lugar ocupa la cultura en estas ciudades? ¿Cómo se ha visto afectada el campo laboral? ¿Se ha innovado? ¿Es la cultura esencial? ¿Se han intentado responder estas preguntas, allá, en el futuro?

La respuesta virtual y la reapertura

Para Chile y el mundo, la primera respuesta para enfrentar el cierre de los espacios culturales vino desde lo virtual. Exposiciones, recorridos, charlas, seminarios, entre varias otras ofertas, se fueron convirtiendo en algo habitual.

Esta medida, aunque no es novedosa, permitió un mayor acceso a la información, colecciones y archivos. Y aunque al ser por algún tiempo la única opción posible, fue saturando a quienes intentaron suplir la opción de una visita presencial.

“La mediación virtual, pudiendo tener como ventaja que anima más a la reflexión cuándo y dónde quieras, pierde la relación sensorial con el objeto, la cual es fundamental para no sólo tener un conocimiento teórico del objeto, sino para tener una experiencia vivida con él, y tener así un conocimiento significativo”, cuenta Concepción Escrig Ferrando, historiadora del arte, docente e investigadora en formación de la Universidad de Alcalá.

Chiara Curti

Por su parte, Chiara Curti, arquitecta italiana radicada desde hace 16 años en Barcelona, especialista en patrimonio arquitectónico, profesora en la Facultat Antoni Gaudí en Patrimonio Cultural de la Iglesia y quien ha comisariado varias exposiciones sobre Gaudí y la Sagrada Familia en España y otros países; comenta que, “ninguna visita virtual sustituye el estar en un lugar físicamente. Porque una visita es un encuentro, en el cual todo el ser viene abrazado. En una visita virtual se recibe información y probablemente más información y más específica. La información desde lo virtual es ‘a la carta’ y esto obstaculiza la capacidad de asombro. En una visita presencial el imprevisto puede entrar en tu vida y transformarla”.

Según Curti, el desafío de los museos está, en primer lugar, en llamar la atención y luego en educar. “Porque yo veo únicamente aquello que conozco. Al Louvre el público corría atravesando las salas repletas de obras inigualables para ver la Gioconda, que ya conocían. Hay que educar a ver. Esto empieza con la madre que enseña al hijo a mirar las estrellas del cielo. Los museos tendrán que cambiar el modelo hacia lo esencial, aboliendo el accesorio. En el caso de Sagrada Familia no es un museo ni un monumento sino una iglesia y el encuentro con la trascendencia es posible únicamente viviéndolo.”

18 Curiosidades de la Sagrada Familia que no todo el mundo conoce - Barcelona Secreta
Sagrada Familia – Barcelona

Por esta razón -y, varios otros motivos- los museos y centros culturales abrieron sus puertas, pero con múltiples desafíos, partiendo por el aforo y las características de los grupos. Algo que estamos observando en nuestro país en estas semanas.

“Cuando un gobierno cierra un espacio te está diciendo que aquel espacio es peligroso para tu salud. Al abrirse de nuevo con un aforo limitado al 33% el mensaje sigue siendo: ¡es peligroso!”, comenta Curti.

“Las medidas que se tomaron fueron de reducción de espacios disponibles, con la consiguiente reducción de aforo y la selección de obras a ver. Concretamente, en Madrid sé de algunas medidas añadidas. Se ha fijado un momento del día exclusivo para que los mayores de 60 años visiten los museos (por ser el colectivo más vulnerable), limitado el uso de ascensores, y, además, no se reparten auriculares ni folletos, ni se utilizan pantallas táctiles.” señala Escrig.

Sin embargo y como todos esperaban, más aún con esta percepción de peligro, el público bajó significativamente y con ello los ingresos económicos. Hoy es un tema recurrente la reflexión sobre la fragilidad del campo de la cultura a nivel laboral e institucional y ha desnudado una relación directa y dependiente con el turismo.

Como en todo, también ha permitido a las ciudades darse un respiro. “[Hoy en Barcelona] se ven familias que descubren la ciudad, antes asediada por los turistas. Se ven más niños en la calle y esto ya es cultura. A la vez se ve una ciudad más degradada, con signos de protesta en los muros. Esto nos interpela y nos hace despertar el deseo de belleza, contra la búsqueda del ‘interesante’ que guiaba los criterios para juzgar el arte contemporáneo”, nos cuenta la arquitecta italiana.

Cultura y ciudad

En esa misma línea, al igual que hace unos meses cuando los medios replicaban imágenes de distintas partes del mundo donde la naturaleza aprovechaba las cuarentenas para recuperar las urbes, los habitantes de distintas ciudades europeas están viviendo un proceso similar, de redescubrimiento y vivencia de la ciudad de una forma novedosa. Esto también ha servido para una búsqueda de cultura no limitada a museos y espacios culturales.

Chiara Curti señala que, “los gobiernos, como medida preventiva a la propagación de la pandemia del Covid-19, cerraron los espacios culturales o, mejor dicho, los espacios ligados al arte. Inmediatamente se puso de manifiesto la fragilidad de nuestras sociedades que han transformado aquel aliento, la linfa vital de los pueblos, en macro-instituciones dedicadas al arte y han delegado en instituciones la cultura, como si no fuera el carácter esencial de cada uno”.

La arquitecta añade que, “la pregunta previa debería ser qué cultura vale la pena salvar. Este es nuestro desafío. Este desafío no se enfrenta desde la institución sino desde la persona, es una responsabilidad personal, es un volver a lo esencial. La cultura no se transmite, ni pertenece a los espacios culturales que son los escaparates de un fragmento del arte generada por la cultura.”

Por su parte Concepción Escrig cuenta que, “en España la situación de pandemia no es precisamente la mejor con respecto a otros países. Es muy fácil caer en la desesperanza. He tenido que ingeniármelas para poder salir de esa espiral de negatividad”. Para esto, la especialista ha creado una rutina que incluye recorrer Madrid, observando sus calles y edificios.

Al final del día se va hasta la zona centro. Recorre desde el Museo Arqueológico Nacional, pasando por la plaza de Neptuno (desde la que puedes llegar al Museo Thyssen), hasta la Biblioteca del Museo del Prado, en cuyo lateral hay una inscripción que dice ‘Todo lo que no es Tradición es plagio’. “Para mí este camino es el de la esperanza, me permite ver la acción del pueblo español desde los primeros habitantes de la Península Ibérica y las islas, apreciando que nuestra cultura se ha desarrollado con gran creatividad, buen trabajo y heroicidad.”

Para ambas expertas, las ciudades en sí mismas son una manifestación cultural, nos hablan de su historia y su creatividad al momento de enfrentarse a desafíos como el que estamos viviendo.

Curti agrega que, “los informes ICOMOS hablan de nuevas tendencias para visitar conjuntos monumentales en las afueras de las ciudades, o elegir las visitas culturales donde se asegure el alternar los espacios cerrados a los espacios abiertos. Las pandemias históricamente han dibujado nuevas formas de construir el espacio desde la escala urbanística, los espacios públicos hasta el privado.

Seguramente ya no se puede imaginar un espacio cultural en el subsuelo, por ejemplo. (…) El Covid-19 hace caer una cierta globalización deteriorada y privilegia una cultura que empieza por pequeños grupos y es capaz de grandes obras, como ya ha acontecido en el medioevo.”

La cultura es esencial

Durante este tiempo también hemos escuchado sobre los servicios esenciales. En nuestro país fueron aquellos servicios que podían seguir funcionando durante las cuarentenas. En ese listado de bienes o servicios, -para muchos de forma obvia- no estaban incluidos los espacios culturales.

Aquí es donde se desprenden las preguntas sobre qué lugar ocupa la cultura en nuestra sociedad o qué rol le toca jugar en situaciones como las que está pasando el mundo. Si bien, la cultura no se circunscribe o limita a los museos o espacios culturales, muchos sienten la necesidad de contemplar alguna obra de arte, asistir al teatro, participar de un pasacalle, entre varias otras actividades culturales que antes marcaban la semana. Durante este tiempo, sin ellas, hemos aprendido a valorarlas mucho más y a percibir en el vacío, el espacio que nos enriquece como personas.

Para la arquitecta milanesa, “cultura y cultivo tienen la misma raíz: la cultura es como se cultiva el hombre. La cultura es el elemento constitutivo esencial de los pueblos, sin cultura no hay ni siquiera una sociedad porque la cultura abarca las artes, pero también las formas de vivir. El virus del Covid-19 ataca al aliento y a la sangre. Ataca en sustancia a aquello que nos hace permitir vivir.”

Para la historiadora madrileña, “la cultura es la acción por la que el ser humano se ocupa de sí mismo, intentando no quedarse en lo meramente natural. El genio humano ha sido enriquecido lentamente con las acciones de las diferentes generaciones, añadiendo, con creatividad, nuevas formas de ver, entender y relacionarse con y en el mundo.

Hemos sido capaces de crear nuevas realidades al profundizar en nuestra manera de ser y en la del mundo. Por tanto, la cultura habla de la capacidad de la persona de ver más allá de lo que tiene delante, y eso es absolutamente fundamental en todas las épocas, porque nos recuerda, que pese a las cosas negativas que nos rodean, el ser humano es capaz de, no sólo de afrontarlas, sino de superarlas.”

Una parte de la reflexión del ámbito cultural en Europa, pero especialmente en España, pasa hoy -en ese futuro próximo que nos tocará vivir- en una mirada hacia sí. No de una forma autorreferencial y hermética, sino en un intento por dar respuestas profundas y de largo aliento. Sabemos que esto no es ajeno a nuestro país, pero son estas circunstancias las que nos motivan a ver las oportunidades que se presentan, más aún, en tiempos en los que Chile vive un clima de participación para la generación de una nueva constitución o ciudades vivas y menos segregadas. ¿Cómo y dónde estará la cultura en ellas? Es una respuesta que la sociedad tendrá que dar, ojalá después de la necesaria reflexión.

La cultura es esencial, porque es fruto de la vida y nos permite vivir.